Hilaré un lazo sagrado
entre la chica, la ciudad y yo.
Así rimarán nuestros pasos.
Y pongo a sus pies mis venas
para que mi sangre sirva de limosna,
y lo que abrevien las distancias,
lo engrandezca mi memoria.
Los demás son los otros.
Ajenos a nuestra máscara perfecta.
Por lo menos ya no estamos tan solos.
Rompo mis ataduras y me liberas.
Oro es su piel.
Nueve es su nombre.
Y pongo a sus pies mis venas.
Para que mi sangre sirva de limosna,
y lo que abrevien las distancias,
lo engrandezca mi memoria. |